Ideas para que vivir sea un acto de libertad


Meses atrás comprendí que una de las formas de la «libertad» es saber «tomar» decisiones para vivir a gusto.

Asumí por esa «libertad» un pacto conmigo misma y con mi «yo» del futuro; un acto de amor propio presente en las elecciones que considero adecuadas para vivir mejor. Porque cuando uno decide, uno acepta. O al menos eso se supone: que si decido algo es porque acepto lo que implica en congruencia con lo que puedo, quiero y necesito.

En la libertad para «tomar» decisiones, uso el verbo «tomar» como lo utilizo cuando voy a «tomar» agua. Beber es parte de mi animalidad, el cuerpo me lo pide, humanamente es una necesidad insustituible. Es el mejor ejemplo que se me ocurre para decir que, así como el cuerpo pide tomar agua, la mente pide tomar decisiones.

Bebemos. Vivimos.

Tomo agua como parte de mi bienestar físico.

Tomo decisiones como parte de… mi bienestar entero.

Pero así como el agua no es un bien renovable, tampoco lo son algunas decisiones. Así como hay aguas contaminadas, adulteradas y empantanadas, hay decisiones que… también lo están.

Entonces, ¿cómo puedo distinguir decisiones limpias de las que no lo son, cómo puedo aclarar el paisaje de mi mente y fabricar buenas ideas para que vivir sea un acto de libertad? Aceptar adultamente las decisiones es vivir en armonía. Es lo que evita decepción e insatisfacción, lo que genera calma y bienestar.

Así fue como «tomé» la decisión de escribir estas ideas y compartirlas en función de lo que quiero hacer, lo que necesito hacer y lo que no quiero ni necesito dejar de hacer, porque me gusta la vida, y el arte de aprender a vivirla en toda su grandeza es mi propósito.


De lo anterior.

Lo que acabas de leer forma parte de una serie de textos que estoy escribiendo con la intención de compartir ideas para que vivir sea un acto de libertad. Gracias por leer. Espera los que siguen...